por Eduardo Bertotti*
A partir de la semana próxima comienzan una serie de actos, muchos de ellos nucleando a funcionarios políticos de nuestras sociedades. Y seguramente, en el “entusiasmo” se declaren METAS a obtener en materia de reducción de siniestros y muertos en la circulación vial. Ello de ninguna manera está mal. Muy por el contrario, resulta fundamental determinar objetivos cuanti y cualitativos de los diversos Programas y Políticas a implementar en la materia.
Sin embargo, debemos tener un extremo cuidado en la determinación de metas y su difusión a la opinión pública.
La meta no debe ni puede ser una “expresión de deseos“, que luego pueda ser tachada de demagógica.
Debe estar fundada en un plan o programa de acción transparente y verosímil.
No puede ser “absurda”. No se puede sostener como meta reducir x % de los muertos en siniestros viales cuando otra meta, en muchas de nuestras naciones, es conocer la verdadera cantidad de muertes que se producen en dichos siniestros. La pregunta obvia: ¿x % de cuantos?.
La meta tampoco puede ser antojadiza e inverosímil (por más que la deseemos). No puede hablarse en una sociedad de una meta que plantee reducir la mortalidad en siniestros viales a la mitad en cinco (5) años, como ya se ha dicho en algunos de nuestros países.
Tomemos como ejemplo, la sociedad europea, que en el año 2000, a través del Libro Blanco se propuso igual reducción (50%) pero duplicando el período (a 10 años).
Finalmente hubo que replantear la meta en el año 2008, porque se poseían severos indicios en el seguimiento de que no podría alcanzarse, como finalmente ocurrió (algo parecido a lo que pasó en otro orden con las metas del milenio).
¿Cuál es el problema de que no se alcancen las metas?
A mi criterio fundamentalmente son dos:
1. De admitirse el fracaso, la principal consecuencia es el desaliento social y el costo político del gobierno de turno en cuanto a su credibilidad.
2. De NO admitirse el fracaso, la consecuencia es aún más peligrosa. El gobierno de turno se verá tentado a “mentir” y “esconder muertos bajo la alfombra”, situación que ya ha ocurrido en épocas anteriores, generando estériles discusiones sobre el número de muertes y la inacción para evitarlos.
Por estas razones, entre otras, es muy importante que seamos extremadamente cuidadosos en la fijación de metas. En definitiva estamos “condicionando” el accionar del futuro político de turno y lo que es peor, la implementación y seguimiento de una verdadera Política de Estado (así, con mayúsculas).
*Dr. Eduardo Bertotti
Director ISEV
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